viernes, 10 de agosto de 2018

El asesino de San Andrés de Giles

Los vecinos estaban preocupados porque hacía varios días que no sabían nada de la dueña de la casa, sólo veían al sobrino que entraba y salía como si nada hubiese ocurrido. El hombre, primero, les contó que la mujer estaba muy enferma y, como había empeorado su estado de salud, la había tenido que llevar a un hospital de Buenos Aires.

Después les contaría que su tía había fallecido, que el cáncer le había ganado la batalla. Los vecinos sospechaban que algo extraño había ocurrido en esa casa de la calle Cámpora 1.768 de la ciudad bonaerense de San Andrés de Giles, a 100 km de la capital federal.

Corría el año 1995 cuando la policía, luego de demorar preventivamente al sobrino, ingresó en esa vivienda porque alguien había llamado para contar que percibían olores nauseabundos.

Alcira Iribarren, de 63 años, efectivamente había fallecido. Pero no era una muerte causada por una enfermedad, sino que había recibido dos golpes mortales con un hacha en el cráneo. Los agentes de la comisaría de Giles llegaron cuando todo estaba preparado para que los restos fuesen enterrados en los fondos de la casa.

La conmoción fue inmediata. El sobrino, Luis Fernando Iribarren, era el autor de aquel horrendo homicidio. El motivo lo confesó ante el comisario del pueblo: estaba muy enferma, no soportaba verla sufrir, por eso decidió ponerle fin al dolor. Al menos, eso fue lo que contó. Y además, ante el juez, dijo: "quería ayudarla a terminar con su sufrimiento y procedí a asfixiarla pero como no pude busqué otra forma. Recorrí la casa y encontré el hacha. Le pegué dos golpes en la cabeza".

Luis Fernando dijo que quería mucho a su tía abuela, y que se había convertido en su sostén cuando ella había enviudado. Él desde chico se quedaba en esa casa, lo hacía para ir al colegio porque sus padres y hermanos vivían en un campo, en la zona rural de Giles, en un paraje conocido como Tuyutí.

Luis para entonces tenía poco más de 30 años. Pero había algo que no le cerraba a los investigadores: ¿dónde estaban sus padres y sus dos hermanos? Primero, él contó que se habían ido a vivir a Paraguay porque tenían una deuda con un prestamista. Fue lo mismo que había repetido durante mucho tiempo, cuando en el pueblo le preguntaban por su familia. Pero después, tras varios titubeos, decidió contarle la verdad al juez de Mercedes Eduardo Costía. Los había matado a todos en 1986 porque "les tenía bronca".

El relato de Iribarren fue escalofriante. Recordó que fue en una noche lluviosa, que se había peleado con su padre. "Salí a la puerta a fumar y pensar como hasta las tres de la madrugada", confesó. En ese momento ingresó de nuevo a la casa rural, donde fue directo a buscar una carabina calibre 22 que utilizaban para cazar vizcachas. "Maldito el momento en el que entré y vi esa carabina", le diría al juez nueve años después.

Primero fue a la habitación donde descansaban Luis Juan Iribarren (49), Marta Langebbein (42) y María Cecilia (9). Los mató a tiros y golpes. Salió nuevamente al patio, donde fumó otro cigarrillo y pensó. Ya había parado de llover cuando regresó a la casa y entró en el otro cuarto, en el que dormía su hermano Marcelo (15), a quien mató de dos disparos. "Como quedó con los ojos abiertos, me senté en la cama, le cerré los ojos y le dije: Negro, ¿por qué te hice esto si yo te quería?", declaró en la indagatoria que prestó ante el juez de instrucción.

La noticia recorrió rápidamente el país. Todos hablaban de "El carnicero de San Andrés de Giles". Iribarren, incluso, habría intentado "jugar" con los sabuesos policiales. Primero les dijo que los cadáveres los había arrojado en un lugar, después en otro, hasta que finalmente les indicó un sector a metros del chiquero, el corral para los chanchos. En una fosa común había enterrado los restos de toda su familia. 

Un equipo de antropólogos forenses tuvo que trabajar varios días en ese sector de la finca.

En el año 2002, luego de varios años de un proceso que incluyó estudios psiquiátricos para determinar si era imputable, Iribarren comenzó a ser juzgado en Mercedes por la Sala III de la Cámara de Apelaciones. En esa oportunidad, optó por no declarar: sólo tomó apuntes y le hizo algunas preguntas a un par de testigos.

Ocho de los diez profesionales psiquiatras y psicólogos que declararon en el juicio arribaron a la conclusión de que Iribarren era consciente de lo que hacía. Es más, concluyeron que el asesino pudo haber planeado cada una de las muertes.

Los jueces Mario Alberto Bruno, Francisco Lilo y Héctor Barreneche lo encontraron culpable y lo condenaron a "reclusión perpetua más accesoria por tiempo indeterminado". Iribarren, considerado uno de los asesinos más despiadados de la historia penal argentina, fue alojado en un complejo carcelario de la Provincia de Buenos Aires.

En el expediente por el quíntuple asesinato de San Andrés de Giles declararon varios psicólogos y psiquiatras que definieron la personalidad de Luis Fernando Iribarren.

Una psicóloga describió al acusado de la siguiente manera: "tiene una personalidad narcisista, con defensas psicopáticas. Se maneja con frialdad, tiene un discurso coherente, una inteligencia brillante y posee un claro manejo de la realidad".

Además, la profesional destacó, tal como figura en el expediente, "es imposible que hubiera sufrido una crisis psicótica cuando ocurrieron los hechos". 

Iribarren fue declarado imputable por los jueces, quienes finalmente lo condenaron a la pena de "reclusión perpetua más accesoria por tiempo indeterminado", la más grave que estipula el Código Penal Argentino.

1 comentario:

  1. Escalofriante!!! Y más pensando q San Andrés es una ciudad tranquila.Estoy seguro que si no lo agarraban seguía matando

    ResponderEliminar

Ese no es mi cuerpo

La última vez que se supo de ella fue el 29 de mayo de 1962. Había salido de su clase particular de inglés para volver a su casa, en Flores...