Un frío domingo más en la tranquila ciudad bonaerense de
Daireaux. Corría el 29 de junio de 2008, en Viena, Austria, se disputaba la
final de la Eurocopa que España le ganaría a Alemania, el Vaticano celebra el
día de San Pedro y San Pablo. Un frío domingo de invierno que no pasaría
desapercibido en la mencionada localidad de la provincia de Buenos Aires.
A poco más de 400 km de la Capital Federal, la ciudad de
Daireaux sería testigo de uno de los crímenes más espeluznantes de la rica
historia policial argentina, esa historia que no deja de sorprendernos.
En esta tranquila ciudad vivía Raúl Piñel, un trabajador del
campo de 57 años. Raúl era un hombre solitario, sólo lo frecuentaban algunos
vecinos. Su mujer y sus cinco hijos lo habían abandonado cansados de los
maltratos y golpizas según las crónicas del momento.
Uno de sus hijos, llamado Raúl Ernesto Piñel Donato, sería
protagonista principal en la vida de su padre poniendo fin a su vida. Hasta
aquí estaríamos hablando de un parricidio más en la historia de no ser por lo
macabros detalles que adornan esta crónica.
Raúl Piñel hijo nació el 13 de julio de 1975, en aquel
momento (junio de 2008) purgaba en el penal de Urdampilleta una condena por
robo calificado hasta que fue beneficiado con algunas salidas transitorias.
El viernes 27 de junio, Raúl Piñel hijo salió del penal y se
dirigió a la casa de su padre, con quien aparentemente volvía a tener relación,
pero esta visita no sería de las más amistosas. El domingo 29 un vecino pasó a
saludar a don Piñel como la hacía habitualmente, el que abrió la puerta fue su
hijo.
El vecino no pudo disimular el estupor y el horror en su
rostro cuando entre la puerta y Raúl hijo pudo ver muchísimas manchas de sangre
en las paredes y en el piso. Urgente se dirigió a la comisaría local y dio
aviso a las autoridades.
Una brigada se apersonó en el domicilio de Piñel en la calle
Antártida Argentina entre Moreno y Saavedra, lo que encontraron es digno de una
película de terror gore.
Los efectivos golpearon la puerta, Piñel les abrió y sus
manos ensangrentadas lo delataron, los dejo pasar sin decir nada, había sangre
en el piso y las paredes, cuando llegaron a la cocina algunos de los policías
tuvieron que salir a vomitar, en el piso habían encontrado desparramados restos
de algunas vísceras, un pedazo de columna vertebral y los demás restos se
estaban calcinando en una salamandra que había en la vivienda.
Los policías le preguntaron a Raúl donde estaba su padre,
él, entre risas contesto “ahora lo tengo bien adentro”.
Recién entendieron la desafortunada frase de Piñel cuando
vieron el macabro contenido que había dentro de una olla, en ese momento se
dieron cuenta que enfrente tenían a un caníbal.
Las crónicas de aquella época daban cuenta de que el
“Hannibal de Daireaux”, como la prensa lo había bautizado, había cocinado el
corazón y los riñones de su padre en una espesa salsa compuesta de aceite,
vinagre, cebollas y ajo, para luego almorzar las vísceras de su progenitor con
una trozo de pan, que había quedado tirado al lado de la olla.
Los efectivos que arrestaron a Piñel dicen que cuando salía
esposado del domicilio donde ocurrió la masacre, el asesino repetía una y otra
vez “me las pagaste todas juntas” con una terrible carga de odio y
resentimiento en sus dichos.
Los pocos restos que quedaron del cadáver no sirvieron para
poder realizar una autopsia. La policía científica si pudo corroborar que los
restos que se encontraban en la cacerola eran un corazón y riñones humanos, los
cuales no estaban completos, por lo que se da por hecho que parte fue ingerida
por el asesino.
Las investigaciones en primera instancia giraron alrededor
de la hipótesis de un crimen ritual vinculado a alguna secta, lo cual fue
descartado al no poder probarse.
Piñel confesó haber asesinado a su padre el sábado por la
noche luego de una discusión que ambos tuvieron. La policía secuestro un
cuchillo tramontina en la escena del crimen con el que se cree se cometió el
asesinato. También fue secuestrada una pala ensangrentada la cual pudo haberse
utilizado para mutilar las partes del cadáver que luego fueron quemadas en la
salamandra.
La única hipótesis firme sobre el móvil del crimen es el
odio radicado en el violente pasado de Raúl Piñel padre para con su hijo.
Piñel fue declarado inimputable luego de haber sido sometido
a pericias psiquiátricas y psicológicas que derivaron en que el susodicho es un
enfermo mental, un psicótico que no comprendió la criminalidad de sus actos.
Dichas pericias también arrojaron que Piñel era peligroso
para sí y para terceros por lo que se decidió alojarlo en el neuropsiquiátrico
que funciona en la Unidad 34 del Servicio Penitenciario Bonaerense, en la
cárcel de Melchor Romero, en el partido de La Plata.
Según el expediente, al que Archivos Policiales pudo
acceder, Piñel fue sobreseído definitivamente en la causa el 11 de febrero de
2011 y está bajo la tutela de un Juzgado de Ejecución Penal de la localidad de
Trenque Lauquen.
Allí en la unidad 34 pasa sus días quien fuera apodado el
“Hannibal de Daireaux”, sin que nadie lo visite, sin esperar nada de nadie,
solo esperando la muerte, la única que puede indultar el alma de un caníbal que
un día asesino y se comió a su padre.
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