El 27 de octubre de 2002 apareció asesinada en su casa del Carmel Country Club, la socióloga de 50 años, María Marta García Belsunce. Ese mediodía había almorzado en casa de su cuñado Guillermo Bártoli, junto con éste, la esposa y su marido, Carlos Carrascosa. Por la tarde, María Marta se retira a su domicilio, para esperar a su masajista, mientras los demás se quedan para mirar un partido de fútbol.
Durante el regreso, en bicicleta, se cruza con 3 niños, que resultan ser los últimos en verla viva, excepto -claro- por el o los asesinos.-
Aproximadamente, media hora más tarde, el marido dice haber llegado al domicilio encontrándola muerta, en el baño, con medio cuerpo en la bañera llena y el resto del cuerpo en el piso.
El primer médico a quien se llamó fue el Dr. GAUVRY Gordon, quien, pese a manifestar dudas acerca de si la muerte debería ser caracterizada como dudosa, constata el óbito y se retira, luego de haber efectuado, según refiere, 20' de resucitación cardiopulmonar.
Mientras tanto, la Policía nunca fue alertada oficialmente.
Al día siguiente, el Comisario Degastaldi llama al Fiscal Molina Pico, para que lo acompañe a la casa de los Carrascosa, donde había fallecido una allegada al Fiscal General de la Cámara Nacional de Casación Penal. Cuando llegan a dicha casa, son recibidos por Romero Victorica, en un ámbito por el que ya habían pasado cerca de 300 personas.
Dado que Molina Pico desea ver el cadáver, en el momento que entran en la habitación, que se encontraba en penumbras, el hermano se recuesta, acongojado, a su lado, y mientras llora, le cubre la cabeza con sus brazos. Pese a que Romero Victorica insiste en la muerte accidental, Molina Pico decide iniciar la investigación por lo que él llamó "perímetro" (médicos, vigiladores, empleados, etc.).
El 12-11-02 Molina Pico ya tenía conocimiento, por medio de las declaraciones del médico de la 2da. Ambulancia, que habían hallado 3 agujeros en el cuero cabelludo de Maria Marta, y que les había indicado que no se trataba de un accidente, que dieran aviso a la policía y que no limpiaran las manchas de sangre. Cuando Molina Pico trató de tener acceso al expediente policial, así como a las personas del "perímetro", se encontró con varios inconvenientes, como que faltaba el certificado de defunción, y que los presuntos testigos eran difícilmente ubicables.
El Dr. Biasi informó que, al llegar, encontró al otro médico y un enfermero, supuestamente finalizando la Resucitación Cardiopulmonar, con al suelo lleno de ampollas de adrenalina, pero con el cuerpo sin intubar, sin monitorear y en posición inadecuada para tal práctica; también encontró una mancha de sangre, en el baño, al lado del inodoro, roja coagulada, y coágulos grandes en el agua de la bañadera.
Al inspeccionar el cadáver, encuentra 3 orificios en la región parietotemporal izquierda, por donde había salido sangre y lo que parecían ser restos de masa encefálica, de tamaño tal como para poder introducir la primera falange de su dedo índice.
También fue testigo de las indicaciones del primer médico a la kinesióloga, para que comenzara a lavar la sangre con lavandina.
En la entrevista con el hermano de la occisa, también se entera que el certificado de defunción era "trucho" y que tenía una dirección en capital, figurando como causa de muerte, un paro cardiorrespiratorio no traumático.
También por ese entonces sale a relucir el famoso tema del "pituto", un elemento metálico, hallado debajo del cuerpo, que -según manifestaron- convinieron de común acuerdo en considerarlo un soporte para estante y tirarlo al inodoro, de donde fue posteriormente rescatado. Así se constató que, en realidad, se trataba de un proyectil calibre 32 largo, idénticas a las encontradas dentro de la masa encefálica del cadáver.
Cuando, por fin logran efectuar la autopsia, ya habían pasado 36 días, pero como el féretro estaba lleno de formol, el cuerpo aparentaba tener 2 ó 3 días de muerto. Sin embargo, por la acción del formol, era muy friable, con la piel que se desprendía fácilmente, así como el cabello. De este modo, se visualizaron, en la cabeza, parcialmente envuelta en una toalla ensangrentada, 3 lesiones contusas, en el costado superior izquierdo de la cara, otro en el costado opuesto y una tercera en la oreja izquierda "como una trompada".
Luego, comprueban la existencia de 5 orificios, fuera del cuero cabelludo, parcialmente cerrados, con lo que posteriormente se confirmo eran restos de cianoacrilato, componente del conocido pegamento "La gotita", y una sexta lesión, que les impresionó, según los investigadores, como el rebote de un proyectil. También presentaba dos fracturas con hundimiento de cráneo, y una vez abierta la calota, en medio de la masa encefálica licuada, hallaron los 5 proyectiles "deformados por el impacto".
Se encontró una fractura en la 3ra. Costilla del lado izquierdo, post-mortem, "como si la hubieran pateado" encontrándose muerta en el piso. No se encontraron lesiones defensivas, por lo que se presumió que la muerte fue casi instantánea, luego de los disparos.
Se encontró sangre lavada en el baño, en la escalera, en un sillón que se encontraba antes de entrar a la habitación y en una mesita de teléfono, en la pared, hasta dos metros de altura, en almohadones, en la alfombra, en la chimenea y en el atizador. Posteriormente, se encontraron en la escena del crimen huellas que aseguraban la presencia de otra mujer y dos hombres. Luego el examen de ADN confirmó que dichas huellas correspondían a dos hombres y una mujer.
Después de muchas demoras, serían Pachelo, el vecino con el que la occisa había tenido algunos roces, la masajista y un vigilador, quienes se presentaron para la extracción de sangre, que resultaron negativas. El resto de los imputados, recién aceptaron efectuarse el estudio entre fines de 2006 y 2007, resultando también negativas. En medio de todo ello, quedó la sospecha respecto de la Fundación Favaloro y el pedido de allanamiento, fundamentado en una escucha telefónica entre uno de los abogados de la familia y uno de los sospechosos.
La importancia de este caso reside en el increíble contraste entre la infinidad de huellas y rastros hallados en la escena del crimen, y el ocultamiento sistemático de todos ellos en los primeros momentos. Es probable que, cuando la investigación comenzó y se fue desarrollando, muchos de los indicios ya hubieran perdido, por lo menos, parte de su valor forense, de modo tal que se continuaba entorpeciendo la investigación y la búsqueda de la verdad de lo sucedido.
Tomando en cuenta el "Manual de Procedimiento para la preservación del Lugar del Hecho y la Escena del Crimen", del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, del año 2005, se violaron prácticamente todas y cada una de las pautas a seguir. Al respecto, se citan los siguientes conceptos, que corresponden al apartado de "Introducción", página 7:
"Es por ello que el resguardo, la protección y conservación del lugar del hecho y la correcta realización de las distintas medidas probatorias tendientes a la identificación de los hechos y de sus presuntos autores se presentan como focos nodales de interés y requieren para su abordaje del conocimiento técnico-científico que aporta la Criminalística.
Sólo el conocimiento científico, el ejercicio y la aplicación de las mejores prácticas en materia de preservación y conservación aséptica del lugar del hecho, de recolección de datos, elementos e indicios con rigor científico garantizarán el éxito de la investigación y el trabajo posterior de los peritos en distintas especialidades.
El rigor científico con que se desarrollen los primeros pasos en la investigación constituye la base fundamental para reconstruir el cómo, el dónde, el cuándo y tener la certeza de atribución de responsabilidad penal, individualizando a los autores y/o partícipes del delito."